Por: Bienvenido Matos Pérez
El domingo 8 de del mes de agosto la ciudad de Barahona fue escenario de una actividad, inusual, rara en la forma como se vive y como discurre la gente en esta época de tanta individualidad, de tanto aislamiento y de tanta banalidad actividad que comento no solo por lo poco común, sino por lo que entraña en sí misma, me refiero a la misa y posterior encuentro de la promoción de bachilleres del liceo secundario de Barahona, en filosofía y letra, ciencias física y matemáticas y Ciencias Físicas y Naturales. En ocasión de cumplir cincuenta de años de recibirse como bachilleres.
El que un grupo de muchachos organice un conjunto de festejos para investirse de bachilleres, es algo común en nuestro medio porque desde que llega al tercer año del bachillerato inician sus actividades de búsqueda de fondos y promoción, al grado que más que graduarse de bachilleres parece que la misión es la celebración en sí misma y en esto creo que profesores, padres y las propias autoridades de educación han perdido el control, puesto que todos los fines de semana hay una fiesta, una fanfarria, que se convierte en escándalo de los estudiantes del tal o cual promoción de bachilleres procurando fondos para su investidura.
Pero no es a esto a lo que me refiero, no es esto lo que comento con estas líneas, comento y celebro junto con ellos el aniversario número cincuenta de una promoción de bachilleres de auténticos hijos de Barahona a quienes los años y la fuerza del tiempo no pudieron obstruir en sus recuerdos, en sus vivencias en todo cuanto significó su carrera por obtener su título de bachiller.
Creo firmemente aunque parezca algo literario, que todo cuanto nos ha sucedido en la vida queda archivado en algún lugar del universo, detenido, quieto y que cuando volvemos a recordarlo nos incrustamos en el tiempo para revivir con nuestras emociones aquellos momentos que nos marcaron para siempre, por ello pienso que el encuentro de bachilleres, cincuenta años después fue un descenso al pasado, un regreso a las interioridades del tiempo a las entrañas indescifrables del ayer que solo seres alucinados, grávidos de amor y de nostalgia pudieron realizar para volver a ser jóvenes, para volver a detener el tiempo, y la lozanía de su primera juventud, volver a revivir tantas emociones, tantos recuerdos olvidados por la premura y las dificultades de estos días gangrenados por la tragedia, por el desamor.
Volver a la vieja iglesia de Barahona para recibir la bendición del altísimo fue un encuentro enorme de integración, gente que por la multiplicidad de compromisos, las obligaciones, las responsabilidades familiares ha tenido que fijar residencia en la ciudad capital, es casi una proeza que se agiganta en la medida en que su propósito era como rociar el jardín de la amistad, acercar de nuevo los afectos con el calor que solo produce la presencia física, las anécdotas, los recuerdos y esto habla muy bien de esta generación de barahoneros que pese a la distancia al tiempo se sigue apreciando, se sigue queriendo y se sigue valorando como hermanos, como compañeros de una promoción de escuela, porque recordarse y apreciarse tantos años después es una demostración fecunda de que cuando los valores están entrañablemente incrustados nada ni nadie los puede destruir.
Por ello mi reconocimiento a esa generación de muchachos de aquí, todos meritorios, entre los cuales hay que mencionar a Juan Asencio (Gollo), Apolinar Núñez, Danilo Fernández, Bienvenido Adams, Flavia García, Fanny Batista, Devora Ballat, Annette Sánchez, Rafael Rodríguez, (Pupín), José E. Suero, Rafael Pérez Mercedes, Ana D´ Ventura, Josefa Oviedo, a los que siendo parte de la promoción sucumbieron ante los embates de la muerte como fueron Nelson Pérez (Chicago), Armando Aybar, Gonzalo Matos (Chamin), Manolo Dotel, Cesar Campos M. y Zoila Gonzáles.
Todos estos hombres deben la formación ejemplar de que son acreedores al esfuerzo de sus padres y al cuidado de sus profesores que se constituyeron en padres sustitutos para impregnar sus almas del antídoto de las esencias educativas que moldearon sus vidas para ser mejores ciudadanos en ello pusieron su gratino de arena, seres humanos de la más alta valía como lo fueron Don Alejandro Lebreaul, Pedro Vargas, Elcira Féliz, Sara de González, Flor de Mena Marino Cuello, Arcadio Encarnación, José A. Robert, Osvaldo González, Virgilio Peláez, Mario Beltres, Milagros Peláez, Carmen De Franco, y Roberto Peña, maestros con quien la sociedad Barahonera tiene una deuda impagable de gratitud.
Los muchachos bachilleres de la cincuentena festejaron sus años, cotejando recuerdos, avivando coincidencias refiriendo anécdotas volviendo al ayer para extraer de sus extrañas todo lo positivo, todo lo grande de aquella época lejana en el tiempo pero que ellos con sus sentimientos volvieron a vivir y quedaron tan impregnados de esta hermosa recordación, que todos pese a que tienen mas de 60 años, prometieron juntarse de nuevo para celebrar sus cien años de bachilleres, si es que la vida se lo permite.
Que todo el encanto de esta celebración nos contagie de su hermosura y con ello espero en Dios volver a reunirnos por un Barahona mejor.
Felicidades a los celebrantes de sus cincuenta años de bachilleres y que la gracia de Dios, los acompañe por siempre, nosotros por nuestra parte recogemos este homenaje que ellos mismos se tributaron para que este himno del mas bello sentimiento quede grabado en algún lugar del espacio como ejemplo de compromiso y solidaridad.
El Autor es Abogado y poeta
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